Lo nuestro fue exactamente igual, fue algo instantáneo, algo fugaz pero tan bello como esa flor.
Sufrimos desde el principio desde que nuestra flor se abrió y era tan bella que nos quedamos atónitos observándola, que no nos dimos cuenta que el tiempo se nos pasaba y con él llegaba de nuevo el sufrimiento, nuestro marchitamiento...
Después solo quedo la oscuridad aunque dentro aun había luz, aunque por dentro aun quedaba vida.
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